Dos piezas de hierro forjado recubiertas de papel quemado de 160 cm de alto y 100 cm de ancho. Efecto sonoro envolvente que proviene del interior de las caras generado por altavoces inalambricos. 

​

Dos identidades encaradas una delante de la otra intentan mantener un dialogo que resultará imposible.

Nos muestran la incomunicación y la individualización que se genera cuando  es necessario formarse una coraza que ni deja salir ni deja entrar. A la vez que el desgaste personal que provoca la lucha constante entre el «yo» real i la identidad artificial que se impone.

​

Las caras se construeyen a partir de barras de hierro, recordandonos una jaula o una prisión. El hierro, rígido, frío, inamovible y ordenado simboliza la identidad que creamos de cara al mundo. Dibuijan las propias autolimitaciones.

​

El papel desgarrado y quemado que las cubre nos muestra el desgaste y la fatiga que provoca la lucha constante entre lo que se quiere liberar y la prisión que insiste en mantenerlo escondido. Las heridas que provoca este enfrentamiento dejan entrever  el interior, deonde los pensamientos se esconden. Los podemos escuchar resonando por la sala, entredichos en voz baja, ininteligibles.

​

En el espacio expositivo encontramos una atmosfera cargada de susurros y palabras entredichas, que quieren y ni quieren ser expresadas. És en este espacio, en el murmullo que se crea entre las dos piezas, donde queda mas evidenciada tanto la voluntad de comunicación como la falta de esta. Convertiendo el espacio expositivo en la parte esencial que completa la pieza.